Sabemos que uno de los síntomas principales en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer son los olvidos, la desorientación, pero poco se nos informa sobre cómo realmente afecta a nuestro cerebro.

De hecho una de las pruebas para diagnosticar esta enfermedad es la resonancia magnética, a través de la cual, el neurólogo puede ver como está el órgano en ese momento. Y es que en el cerebro de una persona con esta demencia, los neurotransmisores se ven afectados y aparece en las células una especie de ovillo, por hacer una analogía visual, que las recubre haciendo difícil que se trasmitan los impulsos que el sistema nervioso envía.

Es decir, que cuando el cerebro de una persona sin esta enfermedad manda una orden, los impulsos se canalizan y viajan sin problemas a través de las células, pero en cuanto aparece esta demencia, comunicar esta información se dificulta, de ahí que empiecen a aparecer síntomas de deterioro cognitivo.

Cuando nos referimos a estos ovillos que dificultan que las células puedan transferir información, estamos hablando de concentración de la proteína Tau fosforilada en las células, la cual es uno de los marcadores distintivos de esta enfermedad, y también se detecta la aparición de exceso de placas de la proteína beta amiloide.

Lo que necesitas saber

Intentando dar una explicación sencilla a esta compleja enfermedad, la aparición anormalmente alta de estas dos proteínas causa la muerte neuroral, de ahí, que las personas afectadas vayan perdiendo facultades. Y es aquí cuando los familiares deben comprender que cuando una persona pierde unas capacidades cognitivas, recuperarlas es prácticamente imposible, no obstante, la detección precoz de la enfermedad y la terapia de estimulación cognitiva pueden beneficiar a la plasticidad cerebral para ayudar al paciente a preservar durante más tiempo sus habilidades.

Por ello, es mejor no dejar pasar estos pequeños despistes u olvidos, y ante la duda, lo ideal es contactar con un profesional para realizar las pruebas necesarias:

  • Pruebas de imagen: con ellas además se puede descartar que haya un deterioro cognitivo causado por otro factor como por ejemplo un tumor cerebral.
  • Análisis de sangre: también para valorar otras posibles enfermedades.
  • Análisis para determinar la aparición de los biomarcadores de la proteína Tau y la Beta – amiloide: esta prueba es menos habitual y se utilizan principalmente en el ámbito de la investigación. Consiste en la extracción mediante punción lumbar de líquido cefalorraquídeo.
  • Pruebas neuropsicológicas: el neuropsicólogo realizara una serie de pruebas al paciente para valorar su deterioro cognitivo. Igualmente, es importante hacer una entrevista al familiar o cuidador principal, ya que es posible que el paciente dependiendo del estadío de la enfermedad intente ocultar algunos detalles o simplemente no sea capaz de responder correctamente a todas las preguntas.

En definitiva, la prevención hace una parte importante como en el resto de las enfermedades, pero en el envejecimiento y ante demencia, contar con una buena reserva cognitiva nos puede ayudar a combatir o retrasar sus síntomas.

Para fortalecer nuestro cerebro necesitamos empezar a tratarlo como un músculo que necesitamos ejercitar con frecuencia, y poniendo el mismo interés que el que ponemos en nuestro cuerpo. De hecho, el propio ejercicio físico es un buen estímulo para ejercitarlo, pero también hay que realizar actividades que enriquezcan esta reserva cognitiva como puede ser la lectura, el aprendizaje de idiomas, juegos de lógica o visitar lugares nuevos como un museo o una ruta guiada por una ciudad desconocida.

Patricia Franco Hernández

Periodista especialista en Psicología

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