Llamo al timbre un par de veces sin obtener respuesta, últimamente siempre están durmiendo la siesta. Mientras espero me entretengo mirando unos mapas de la ciudad de Praga y de París en el siglo XVII que tienen colgados en el descansillo, necesito unas vacaciones -pienso- y volver a recorrer el Puente de Carlos, aunque sea corriendo bajo una tormenta de verano como la última vez que lo cruzamos y tener que refugiarnos empapados en unos soportales en la Plaza de la Ciudad Vieja . Entretanto escucho una voz lejana y apurada » ¡Ya voy! «.
Vuelvo a la realidad y Vicente me abre la puerta asomando la cabeza por el hueco que le permite el tener la cadena echada, con cara somnolienta, me mira fijamente y después de unos segundos, me reconoce, «¿Quién eres? ¿el de la memoria?», sin mucha ilusión me abre la puerta, al entrar me doy cuenta que ha salido en calzoncillos a abrirme. Él que era bastante arrogante y presumido, él que siempre había cuidado su aspecto físico, muy educado, que siempre iba bien vestido, aseado y peinaba con orgullo los cuatro pelos que luce en su cabeza. De un tiempo a esta parte ha descuidado mucho su higiene personal y coge lo primero que ve para vestirse, un polo roído o un jersey Lacoste granate de con lamparones que repite un día tras otro.
Vicente es un hombre de 89 años que lleva 8 diagnosticado de Alzheimer, vive son su mujer que tiene Esclerosis Múltiple, no tienen hijos y de los múltiples sobrinos que tienen solamente una de ellas se pasa a verlos de cuando en cuando, tienen una chica que les ayuda en las tareas del hogar por las mañanas solamente. Ella se encarga de que se tomen la medicación por las mañanas y ,aunque les deje las pastillas preparadas que se tienen que tomar por la noche y el día que libra, sería muy optimista pensar que siempre se las toman correctamente. Hemos intentado por todos los medios que contraten a una persona para que se quede interna, ya que necesitan vigilancia constante, pero la mujer de Vicente, pongamos que se llama Vicenta, no quiere no oír hablar del tema.
Vicente es muy inquieto, no es capaz de quedarse un rato tranquilo en casa viendo la televisión o leyendo el periódico. Por eso está todo el día entrando y saliendo a dar paseos. Si te encuentras a Vicente en la calle y hace tiempo que no le ves seguramente no te darías cuenta de su enfermedad, podrías pensar que tiene «algún achaque» asociado a su edad. Es un hombre listo capaz de disimular su deterioro cognitivo, es un hombre muy culto, muy leído, mantiene muy bien los recuerdos de la geografía y de la historia que estudió, los conocimientos matemáticos que adquirió o la etimología de las palabras. En definitiva, tiene una gran reserva cognitiva que le ha permitido ralentizar su enfermedad, no tiene ningún tipo de afasia , físicamente está muy bien, camina muchísimo. Por contra, no sabe en el día en que vive ,tiene problemas de memoria episódica y últimamente de conducta también. Sale a dar sus paseos en solitario «para vigilar el barrio» dice, que conoce muy bien y no tiene problemas de orientación espacial.
Desde hace 5 años acudo a su domicilio, una vez por semana, a realizar con él Terapia de Estimulación Cognitiva. En ese sentido está manteniendo muy bien sus capacidades. Como ya comenté, Vicente lleva un tiempo que tiene unas conductas bastante extrañas. Su mujer en su ánimo de ocultar las «rarezas» de su marido no me cuenta nada y cuando no tiene más remedio le resta importancia, «está un poco despistado» dice. De la mayoría de sus «andanzas» me entero por la amistad que tengo con el portero del edificio, un tipo jovial, con el que tengo confianza, que haciendo honor a su profesión tiene a bien contármelas. Vicente y su mujer le traen por la calle de la amargura, cada semana que voy a verle me cuenta una historia nueva. En ocasiones orina detrás de un macetero que hay en el descansillo. Le dice a su mujer que va a bajar la basura y cuando esta no le ve la tira por la terraza, también le puede dar por dejarla en la puerta de un vecino, al que tiene manía, a éste también le roba el periódico, que luego no lee, muchas mañanas.
De un tiempo a esta parte, Vicente, se ha desorientado mucho en el tiempo, no sabe en que día vive, lo mismo se levanta a las seis de la mañana y sale a dar un paseo por la calle en pijama que se levanta a las 2 de la tarde a desayunar. Tampoco es consciente de la temperatura que hace en la calle y no elige la ropa apropiada. Hace un mes en plena ola de calor salió a la calle a las 5 de la tarde con el chaquetón de invierno puesto, en casa estaban con el aire acondicionado y se debió pensar que haría frío en la calle. Lo contrario le pasa en invierno que puede salir a la calle en mangas de camisa porque en su casa hace calor.
A pesar de todo, Vicente sigue siendo independiente, entra y sale cuando quiere, hace pequeñas compras, se toma un vino en alguna tasca con su mujer y , lo más importante de todo, continua con su misión de «vigilar el barrio», entra en las tiendas para hacer alguna broma a las dependientas o vacila con el portero.
También recuerda con cariño tiempos pasados cuando iba con su hermano al Estadio Metropolitano a ver al Atlético Aviación, lo «inteligente» que era el gato que tenían en casa de sus padres o un viaje «muy curioso» que hizo a Paraguay, estas historias son muy recurrentes en su repertorio, pero imagino que yo haré lo mismo y contaré mil veces la última vez que crucé el Puente de Praga, de momento.
Jaime Naranjo Alcaide. Neuropsicólogo.
M-32592
Un comentario en «Una historia de Alzheimer»