Se acercan las vacaciones, lo que para la mayoría es un momento de ilusión por organizar un viaje y desconectar, para algunos es un quebradero de cabeza. Esto les ocurre a los cuidadores de enfermos de Alzheimer. Se plantean muchas dudas que intentaremos resolver.

Lo primero es meditar si merece la pena viajar con el enfermo, si se encuentra en una fase leve de la enfermedad no suele generar ningún problema, pero a partir de la fase moderada no suele ser muy recomendable. Los cambios le pueden provocar al paciente una mayor confusión y desorientación. Aunque vayamos al apartamento dónde veraneábamos hace años o a la casa del pueblo, supone sacar al enfermo de la zona de confort.

Si la decisión a viajar es afirmativa no hace falta comunicárselo a nuestro familiar con mucha antelación ya que les puede generar más ansiedad.

Si el enfermo se encuentra en fase leve podrá tener mayor poder de decisión, se pueden llegar a acuerdos con él para planificar las vacaciones. Pero no hay que olvidar que la última palabra la tiene el cuidador.

Mantener ciertas rutinas

Cuando vamos de vacaciones cambiamos nuestros hábitos, comemos, nos acostamos y despertamos más tarde por línea general. Pero con nuestros familiares con Alzheimer debemos ser más estrictos, mantenerles el horario de las comidas y las horas de sueño. Ya que como hemos comentado los cambios les afectan y es importante mantener unas rutinas. 

No es recomendable tener muchos compromisos, es mejor ir viendo poco a poco como se adapta el enfermo a la nueva situación y si vemos que va bien podemos ir ampliando las actividades que teníamos planteadas.

El proceso de adaptación

Adaptarse a una nueva ciudad, a la casa de los hijos o a la vida del pueblo puede ser complicado para el enfermo de Alzheimer y puede mostrarse desorientado ante un cambio de entorno, de casa y de habitación.

Hay que tener paciencia y evitar las discusiones. Los primero días se dedicarán a la adaptación al nuevo entorno. Por la noche dejar alguna luz encendida para evitar que se desoriente y posibles accidentes.

Sería una buena idea llevarse algunos objetos que no le hagan extrañar su casa tanto, como algunas fotos o su almohada, para que no note tanto los cambios.

También es importante proporcionarle alguna identificación por si se desorienta, alguna pulsera o medalla con su nombre y teléfono de contacto para evitar disgustos.

El cuidador debe descansar

Este es un aspecto fundamental en las vacaciones, para que no se produzca la sobrecarga del cuidador. Necesitan su propio tiempo y espacio para el descanso. Realizar actividades con las que disfruten.

Es muy importante contar con una red de apoyo de familiares y amigos para la atención y el cuidado de la persona con Alzheimer. Así se podrán hacer cargo de ella un rato para que el cuidador disponga de su propio tiempo libre para realizar actividades de su agrado.

Es importante que las personas con las que vamos a estar sepan del estado del enfermo, ya que nos podrán prestar ayuda y comprenderán mejor las situaciones que se puedan presentar.

Por eso también es muy importante tener una buena comunicación familiar, es muy habitual que en las vacaciones se junte los abuelos con los nietos, esto puede ser muy buena terapia para ellos, pero hay que poner unos límites y no abusar de los mayoras ya que podría ser contraproducente.

Otra opción es que el cuidador se coja las vacaciones en solitario, sin el enfermo de Alzheimer, que se puede quedar con un familiar o algún auxiliar. Esta sería la mejor forma de desconectar para el cuidador, pero muchas veces no es posible y otras no se quiere por un sentimiento de culpa mal entendido.

Para cualquier duda podéis contactar con Impulsa Neuropsicología y estaremos encantados de poder ayudaros.

Jaime Naranjo Alcaide. Neuropsicólogo.

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Un comentario en «¿Cómo afrontar la vacaciones con un enfermo de Alzheimer?»

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